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lunes, octubre 22, 2007

Opinión: Juany Uribe

Harto, hastiado, a punto de explotar como dinamita, ha de sentirse el Procurador Fiscal del Distrito Nacional para haber declarado que no obstante la disposición judicial que favorecía con la libertad al merenguero Domingo A. Concepción Ramírez (Dimanchy), lo mantendría en prisión haciendo uso de su código propio.

Y, aunque no compartamos la idea, es comprensible la declaración, habida cuenta de que resulta interminable la relación de asesinos, narcotraficantes, asaltantes, violadores y maleantes de la peor calaña que hoy aparecen condenados y al par de días o a la semana andan en las calles con mayores bríos para continuar cometiendo fechorí as y amenazando a sus víctimas y acusadores.

Solamente hay que leer la prensa para comprobar la certeza de estas afirmaciones o escuchar programas radiales para oír a madres, hijas o esposas transidas de dolor porque el autor de la muerte de su pariente ha sido liberado.

A esto habría que sumarle los casos en que pescados -in fraganti- ladrones y asaltantes han sido ví ctimas de grupos enardecidos que deciden hacer justicia por su propia mano haciendo uso de su código propio.

Urge una modificación al Código Penal, tal como ha sido planteado por expertos en la materia a fin de que deje de ser un estí mulo a la delincuencia y se convierta en un instrumento de verdadera justicia, de castigo ejemplarizante para todo tipo de malhechores.

Lo justo no siempre es legal y lo legal no siempre es justo. Debe haber alguna salida capaz de conjugar la legalidad y la justicia para que los que tienen que recurrir a la justicia sientan que esta, aunque se aplique en el marco de la legalidad, es también verdaderamente justa.